jueves, 12 de abril de 2018

LOS PARTOS DE LA BESTIA, de Silvia Delgado Fuentes

 Los partos de la Bestia, de Silvia Delgado

15x11 cms, 116 pags, 7 € (envío incluido).
Versión digital por 1 € aquí:
https://librosreflector.bandcamp.com/album/los-partos-de-la-bestia

Ilustraciones de J. Kalvellido (páginas a color al final)
Adenda de Belén Gopegui.


Reedición del libro autoeditado en 2011.
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Maldita poesía pura


No entiendo la poesía que calla,
no entiendo sus versos limpios,
sus palabras despiojadas.
No entiendo la poesía sin conciencia.
No entiendo esa poesía inmaculada sin muertos sobre
la mesa, sin cicatrices,
no entiendo la poesía que no cuenta la sangre
derramada,
que no escucha millones de lamentos en cadena.
No entiendo la poesía que teme asomarse a la tierra.
No entiendo la poesía de camisa limpia,
de amor a secas,
de paz en tiempos de guerra.
No entiendo la poesía que ha perdido el habla
mientras fuera, aquí mismo,
corren descalzos hombres y mujeres,
mientras fuera, aquí mismo,
gritan en medio de tinieblas,
mientras fuera, aquí mismo,
se cansan los labios, se rompen las vértebras.
Mientras fuera, aquí mismo,
la justicia es arrastrada entre cadáveres,
Mientras fuera, aquí mismo,
los nombres pesan,
el tiro es fácil,
los cráneos se afeitan.
No entiendo, no.
No entiendo la poesía de espejismos,
de andares suaves y buenos modales.
Maldita poesía pura
que no afila sus palabras,
que no las mancha.
Maldita poesía
hecha con bostezos en serie,
que nunca vive a la intemperie.
Maldita poesía que insiste con su voz tibia
en mostrarnos un mundo
donde nada es amargo,
donde siempre es domingo,
donde todo es fecundo.
Maldita esta poesía
sin llagas y sin pulso.

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Silvia Delgado se presenta:

Cuando me preguntan cómo llegué a la poesía mi respuesta es: rota y a los 28 años.
A esa edad se produjo un quiebre en mi vida, algo así como una tormenta interior que me sacudió dejándome en ruinas.
En aquel año o en los meses siguientes descubrí que el cordón umbilical que me unía a la vida era la palabra y a través de ella, atravesada por ella, encontré la poesía y me quedé a su lado.
Hora tras hora, semana tras semana, leía voraz y gratuitamente.
En aquellos dos años que me costó encontrar a Silvia entre los escombros, nació un poemario que titulé “Y que hablen en mis palabras todas ellas”. 
Y con aquel poemario, sin madurar y sin publicar marché a México, al encuentro de mujeres poetas del País de las Nubes de Oaxaca. Nunca pensé que permitirían a una poeta como yo, (que recién empezaba), compartir con poetas del mundo versos tibios de una mujer de la que nada se sabía.
Sucedió que mis poemas llegaban a la gente, a los jóvenes en las universidades, a los empobrecidos en las plazas. Me sentí unida a todos los que en medio de aquel silencio reverencial se rompían al terminar.
Regresé a casa con el convencimiento de que ese era mi lugar en el mundo. Había nacido dos veces. El último parto de mí misma, sin lugar a dudas, era el de poeta.
Seguí escribiendo, día a día, arrancando horas del sueño y del cansancio, evadiéndome en los trabajos en los que mientras limpiaba casas o cuidaba enfermos o servía cervezas en los bares yo pensaba en los versos que escribiría o en los poetas que iba conociendo.
A los meses de aquel encuentro en Oaxaca, volví a México, esta vez a Ciudad Juárez. Después fui a Argentina, después a Cuba, países que abrazaban mi poesía, personas que se interesaban por mi escritura, por mis libros, por mi manera de interpretar el mundo o la realidad o la palabra.
No dejaba de escribir, había autoeditado un libro, había escrito otro de canciones de cuna, otro de elegías, gané un premio con otro poemario, publicaron otro a mi regreso de Palestina y autoedité “Los partos de la bestia”.
Cuando vuelvo atrás y recuerdo tantos ojos, tantos pueblos, entonces los silencios que me rodean, se vuelven necios.
Creo que debo continuar escribiendo, no sólo estos poemas que se caen de mis manos desde que vine de Andalucía, también otros, hasta el fin de mis días.
Como decía al principio llegué a la poesía tarde, sin andamiajes académicos. Le doy las gracias por acercarme a la muerte y a la risa y por permitirme saber que la ternura es posible.
Me regaló la voz y me puso a andar en este difícil camino de ser libre.

http://silviadelgadofuentes.blogspot.com.es/

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